Tailandia

Un sorbito de Bangkok

Duración: 2 días | Presupuesto (2 comensales): 45€/día

¿Lo sabías?

País: Reino de Tailandia 🇹🇭

Idioma: Tailandés

Moneda: Baht tailandés (THB) ➡ [1 euro = 37,5 THB aprox.]

Religión: Mayoritariamente budista

Después de dos semanitas de paseo por el norte de Portugal y de dejar todo arregladito en Barcelona, arrancamos para Bangkok, la primera de nuestras paradas oficiales en este nuevo viaje. Esta vez nos lanzamos sin trabajo, sin rumbo claro y sin fecha de vuelta, pero esperamos ir atando cabos por el camino. Elegimos hacer la ruta hacia Indonesia baratita, así que nos tocaron horas de espera en el Prat, luego en Ámsterdam y hasta en Xiamen, China, pero valió la pena el ahorro.

Llegamos a la capital de Tailandia con los ojos bien abiertos dispuestos a disfrutar al máximo los dos días que teníamos allí y Bangkok no nos defraudó, de hecho, nos conquistó. Encontramos una ciudad llena de vida, con un ritmo enérgico que contagia, pero sin los agobios que temíamos al ser tan turística. Es grande pero bastante ordenada, y hay infinidad de cosas qué ver y qué hacer.

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Y lo más importante, ¡comida increíble que probar en cada rincón!


Aquí el momento previo a que se nos deshaga la boca con un roti de plátano versión «cuida tu línea«, porque claro, aunque lleve tres capas de leche condensada y otra extra de azúcar en grano, lleva fruta, joder.

Al tener tan poquito tiempo para recorrerla y bastantes ganas de volver, nos lo tomamos con calma y decidimos dejar muchas cositas para la vuelta, sea cuando sea. Fuimos a ver el templo Wat Pho, donde vimos la estatua enorme de Buda reclinado y recorrimos el gran recinto con miles de representaciones de Buda distintas.

Luego cruzamos el río en ferry para ver el precioso templo Wat Arun.

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Wat Arun


Ya por la noche, caminamos por callecitas preciosas decoradas con lamparillas, con muchos locales de música en directo, hasta llegar a la terrible Kao San Road, la calle guiri por excelencia. En tan solo unos metros se puede ver lo peor de la ciudad. El ruido de los clubs y el desfase de los turistas borrachos y drogados entre Ladyboys en activo y Pingpong shows.

Después de tanto callejear, nos fue imposible resisitirnos a uno de los masajes de pies por 4 eurillos y nos dimos el gusto, que al día siguiente no dudamos en repetir. Claro que, para variar, decidimos darnos un masaje Thai y MADRE MÍA, qué PALIZA. Sentimos cómo nos torturaban, nos estiraban de los brazos y los pies para atrás en poses antinaturales, nos golpeaban los hombros, nos pisaban el cuello, nos hacían volar sin alas. Y todo esto en medio de risas ajenas, obviamente, porque a nosotros no nos daba para separar los dientes del dolor.

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Así era la cara,  ahora hay que imaginarse un pie ajeno en la nuca y un brazo saliendo de una oreja (o algo así)


En general, las calles estaban sucias con ratotas y cucarachotas, el tiempo en septiembre estaba húmedo pero soportable, con chaparrones diarios cortos y el idioma nos pareció deliciosamente complicado. En lo poquito que estuvimos solo aprendimos a decir una triste palabra: khob-kun-ka (gracias), pero esperamos volver pronto para ampliar el glosario y sentirnos más decentes. La impresión que tuvimos de la gente es que son todos bastante simpáticos y amables, aunque muy acostumbrados a hacer dinero del turista. Otra de las cosas que nos sorprendieron fue lo monárquica que se siente la ciudad, con carteles enormes de los reyes cada dos calles y altares dedicados a ellos, cuales dioses budistas.

Y eso es todo de Bangkok por ahora, volveremos pronto a contaros lo bien que nos fue por Sumatra, donde sí sentimos un choque cultural bastante fuerte.

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Hasta el próximo post, ¡ardilluelas!


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